El trastorno de pánico se caracteriza por ataques de pánico inesperados y recurrentes, junto con el temor de tener más ataques. Un ataque de pánico es una oleada repentina de miedo intenso o incomodidad, acompañado por al menos cuatro de los siguientes síntomas:
- Frecuencia cardíaca acelerada o palpitaciones cardíacas
- Sudoración
- temblor
- Dificultad para respirar o sensaciones sofocantes
- Sentimientos de asfixia
- Malestar o dolor en el pecho
- Náuseas o dolor abdominal
- Mareos, aturdimiento o desmayo
- Escalofríos o flashes de calor
- Sensaciones de adormecimiento u hormigueo
- Sentimientos de irrealidad (desrealización) o desapego o de sentirse "fuera de su propio cuerpo" (despersonalización)
- Miedo a “volverse loco” o a perder el control
- Miedo a morir
Tener ataques de pánico no significa necesariamente que el (la) niño(a) o adolescente tenga un trastorno de pánico. Para recibir un diagnóstico de trastorno de pánico, el (la) niño(a) o adolescente también debe experimentar un mes o más de por lo menos uno de los siguientes síntomas:
- Una preocupación persistente por tener otro ataque de pánico o las posibles consecuencias de otro ataque de pánico (como tener un ataque al corazón o perder el control)
- Cambios problemáticos en el comportamiento relacionado con los ataques (como evitar el ejercicio o ciertas situaciones porque podrían desencadenar un ataque de pánico)
El trastorno de pánico solo se diagnostica cuando al menos algunos de los ataques de pánico son inesperados ("vienen de la nada"). Si el (la) niño(a) o adolescente solo tiene ataques de pánico en situaciones específicas, como cuando hace una presentación en clase, el diagnostico no sería el del trastorno de pánico.