La EIT y la esquizofrenia de inicio en la infancia están marcadas con frecuencia por deficiencias en el deterioro cognitivo, como deficiencias en la atención o la reflexión, la memoria y el funcionamiento ejecutivo. Un deterioro generalizado o global (por ejemplo, un CI por debajo del promedio) también es común en esta población. Aproximadamente del 10 al 20% de los niños con esquizofrenia tienen un coeficiente intelectual a escala completa de 70 o menos.
Debido a que la esquizofrenia en los jóvenes a menudo tiene un inicio insidioso, el desarrollo gradual de los síntomas psicóticos en un niño con retrasos en el lenguaje premórbido y que se aísla socialmente pueden ser difíciles de reconocer. Los niños pueden experimentar delirios y alucinaciones menos elaborados que los adultos. Las alucinaciones visuales son más comunes en niños con esquizofrenia y deben distinguirse de los juegos de fantasía normales. Los síntomas como el habla y el comportamiento acelerados, que suelen estar presentes en la esquizofrenia, también aparecen en muchos otros trastornos que aparecen durante la infancia (por ejemplo, el trastorno del espectro autista y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad).
Los estudios familiares, de gemelos y de adopción respaldan un fuerte componente genético en la esquizofrenia. El riesgo de por vida de desarrollar la enfermedad es de 5 a 20 veces mayor en los familiares de primer grado en comparación con la población general. Los factores de riesgo que incluyen la edad paterna y la exposición en el útero a la desnutrición materna también se han formulado como hipótesis para contribuir al desarrollo de la esquizofrenia. El trauma en la primera infancia también se ha asociado con síntomas psicóticos infantiles. Se ha comprobado que los niños que sufren maltrato por parte de un adulto o acoso escolar por parte de compañeros tienen un mayor riesgo de sufrir trastornos psicóticos en el futuro. La esquizofrenia alcanza su punto máximo a los 15 años y esta es una de las razones por las que muchos autores consideran que la pubertad es un factor de riesgo para la esquizofrenia. Los cambios neurobiológicos que ocurren durante la pubertad y la adolescencia pueden influir en una aparición más frecuente de la esquizofrenia durante este período de la vida. Estos cambios neurobiológicos incluyen un agrandamiento ventricular progresivo, una reducción en el volumen total del cerebro y del tálamo, cambios en las estructuras del lóbulo temporal, reducciones en el metabolismo frontal, una reducción del volumen de la corteza asociativa y el hipocampo, una eliminación sináptica durante el desarrollo adolescente de la corteza prefrontal, una disminución de la plasticidad cerebral, y cambios en la neurotransmisión.